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La interna radical y la pelea de fondo por el armado electoral opositor

El domingo habrá internas en la Unión Cívica Radical. Aunque la afirmación pueda sonar algo carente de novedad, realmente lo representa en la vida contemporánea del centenario partido en Córdoba. La última vez que eso sucedió fue allá por el año 2005, cuando Mario Negri se impuso ante las intenciones de Carlos Becerra y Antonio Benigno Rins. Pasaron 16 años de aquella apática disputa, con la crisis post-delarruista a cuestas, de la que solo participó el 20% del padrón.

Las cosas cambiaron un poco desde aquel momento en el que el radicalismo representaba una fuerza marginal en la Córdoba que comenzaba a experimentar la esporádica disputa central entre el juecismo y el delasotismo. En algunos aspectos el presente pinta más auspicioso, el electoral es uno de ellos. De cara a los comicios de medio término, ahí parecen explicarse las razones por la que el partido que supo hegemonizar el poder provincial haya decidido pasar del internismo a la interna.

“Que los afiliados puedan elegir las autoridades del partido debería ser algo normal. Es más debería ser motivo de orgullo”, considera Javier Fabre, uno de los referentes más jóvenes de la fuerza que desde hace tiempo viene planteando la necesidad de una renovación en el radicalismo cordobés. Desde hace más de un año, sumó su voluntad a la conformación de un espacio alternativo a la conducción que hasta el domingo sostendrá el mestrismo. Eso sí, aclara, el orgullo de un partido “que tiene su esencia en la defensa de la democracia, de la institucionalidad y la República” emergería naturalmente si las internas “fuesen por sus cauces normales”. Eso, una vez más, parece no haber sucedido. Al menos desde el principio.

Hace dos semanas, la Junta Electoral partidaria había invalidado las listas de la coalición Sumar en seis departamentos por una supuesta “insuficiencia” en los avales departamentales. Al anular la posibilidad de la disputa, la alianza que terminó por unir, entre otras, a las dos fuerzas que tienen como exponentes máximos a Ramón Mestre y a Mario Negri (Convergencia Córdoba Radical) se proclamó virtualmente como la nueva conducción. Sumar judicializó la discusión y fue el juez Ricardo Bustos Fierro el que terminó dando lugar a las presentaciones dando el visto bueno para la interna que tendrá lugar el próximo domingo.

Negri - Mestre
Mario Negri aspira a una banca en el Senado de la Nación. Ramón Mestre quiere volver al centro de la escena siendo candidato a diputado.

El cortoplacismo electoral

Que los dos candidatos a gobernador que se repartieron votos radicales en el 2019, y le facilitaron a Juan Schiaretti una victoria que se convirtió en la más importante en la política de la Córdoba contemporánea, se hayan unido para ganar la conducción del partido no es un dato que deba leerse por fuera de la elecciones de medio término en la que Juntos por el Cambio aparece como la opción más afianzada para el electorado mediterráneo.

Ramón Mestre quiere volver al centro de la escena siendo candidato a diputado y Mario Negri ya ha hecho públicas sus intenciones de aspirar a una banca en el Senado de la Nación. En el contexto de la alianza con el PRO, la Coalición Cívica, el juecismo y una parte de los que se denomina “peronismo republicano”, no desangrarse en una disputa al interior de la propia UCR parece ser un paso necesario. La unidad, entonces, está planteada en esa estrategia: llegar con la mayor fuerza posible a la discusión con sus socios políticos.

Esa unidad se vio imposibilitada por la conformación de un frente interno que rápidamente se unificó detrás del discurso de la renovación y la reconstrucción de “un partido que aspire a gobernar la provincia en el 2023”. De la misma manera que Negri y Mestre dejaron a un lado sus diferencias en pos de sus intenciones electorales, dirigentes que acompañaron alternativamente a ambos candidatos en el 2019 se inscribieron en la alianza Sumar. Rodrigo De Loredo, Orlando Arduh, Javier Bee Sellares y un puñado importante de intendentes del interior provincial, entre otras referencias, se pararon de manos ante una lista con aires de hegemonía que de repente encontró un importante escollo que truncó sus planes originales.

La nacionalización de la interna

Si bien ambos sectores se encargaron de dejar en claro sus intenciones de que “la sangre no llegue al río”, con el intento de cancelar la elección el sacudón se hizo inocultable. Si bien las diferencias y las disputas existen en todas las fuerzas políticas, las herramientas de la democracia interna suelen servir para apacigüarlas puertas afuera. Pero todo resquebrajamiento que fue ganando lugar en las agendas periodísticas terminó por tirarlo todo cuando, luego de la resolución de Bustos Fierro, Martín Lousteau llegó a Córdoba para sanar viejas heridas.

“No queremos un partido que le tiembla la voz cuándo tiene que enfrentar el poder. Basta del partido que le tiene miedo a las mujeres, a los jóvenes y a la rebeldía; basta del partido que no puede mirar a los ojos a la generación del 83, basta del partido que habla de los próceres y no los honra. Queremos terminar con un partido que se volvió cómodo y confortable porque no quiere gestionar”, dijo el diputado nacional que jugó su propia carta al pararse en la vereda de enfrente de uno de sus correligionarios en el recinto, Mario Negri. “Tienen miedo de ir a elecciones”, les dijo sin demasiadas vueltas.

Si de algo gustan los radicales cordobeses, y también los peronistas, es de sostener cierto orgullo en su identidad provincial. A veces, los contextos requieren otras estrategias pero por lo general lo sostienen de ese modo. Los dichos de Lousteau cayeron como un baldazo de hielo para los alistados en Convergencia, entre los cuales se encuentran muchos de los que en 2019 decidieron romper lanzas con Cambiemos usando como argumento principal, precisamente, la no injerencia de Buenos Aires en las discusiones provinciales. Negri lo chicaneó por la tele, le volvió a recordar que había integrado el Gabinete de Cristina Fernández y se jactó de las elecciones que cargaba “sobre el lomo”. “A lo mejor él no sabe porque llegó al radicalismo en 2017”, tribuneó.

De afuera, Luis Juez parecía empezar a frotarse las manos. El hombre del Frente Cívico ya dijo que quiere ser candidato a gobernador en 2023, pero antes quiere ser candidato a senador en 2021, y sabe que para eso tiene que ampliar la base de apoyos con las que cuenta en la actualidad. En esa tarea, todo lo que se pare en contra de las vertientes peronistas que gobiernan Córdoba y el país será bien recibido para proyectar una fuerza que intentará expresarse hacia adentro de Juntos por el Cambio, aunque también puede encontrar caminos alternativos.

El reacomodamiento

Aunque parezca mentira, al cierre de esta edición todavía se identificaban intentos por suspender la interna que enfrentará a Rodrigo De Loredo (Sumar) y a Marcos Carasso (Convergencia). De no mediar sorpresas de último minuto, el Comité Provincial encontrará en el ex titular de Arsat o en el actual intendente de General Cabrera a su nueva conducción. Ahora bien, ambos pondrán en juego algo más que la futura cabeza del partido.

De Laredo - Carasso
Rodrigo De Loredo (Sumar), Marcos Carasso (Convergencia).

Carasso denuncia a De Loredo por intentar empujar al radicalismo detrás de una candidatura propia que lo deposite en la Cámara de Diputados de la Nación y eso no dista mucho de algo que puede llegar a suceder si el ex candidato a intendente se convierte en el nuevo hombre fuerte de la UCR cordobesa. Es algo que suena lógico. Ahora bien, el hombre de General Cabrera es el primer candidato que quedó sin alcanzar una banca en Cámara baja tras la rotunda victoria electoral del macrismo en Córdoba durante el 2019. Es decir, es el primer reemplazo disponible ante cualquier eventual movimiento en la representación de esa fuerza parlamentaria. Si Negri deja su banca para asumir como senador, Marcos Carasso será diputado nacional. En medio de toda la discusión, ambos podrían terminar compartiendo una banca si se dan algunos movimientos estratégicos en el epílogo de la disputa.

Nadie dice estar dispuesto a romper nada. De hecho, argumentan que luego de la interna el principio básico de “el que gana conduce y el que pierde acompaña” se aplicará sin peros al interior del radicalismo. Sucede que de un lado también están quienes hablan de “oligarquía partidaria”, “partido parlamentario”, “proyectos personalísimos” y hasta de “la búsqueda de fueros legislativos”; y del otro están quienes tienen los suficientes vínculos superestructurales para negociar futuros auspiciosos en listas y candidaturas. Hay de las dos cosas en las dos esquinas. Alguna más de un lado que del otro pero sería injusto homogeneizar posturas y condiciones, más allá de las que se imponen discursivamente.

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